Hace unos meses, que por un motivo o por el otro, me he encontrado charlando de la escucha, o mejor dicho, de las escuchas, en relación a situaciones tan disímiles como lo pueden ser un concierto acusmático, el diseño sonoro de un audiovisual o la ecología acústica y el medio ambiente. Es así, que la recuperación de este tema como un tema que reviste vigencia y actualidad, y sobre todo, del cual se desprenden diversas y complejas aristas al cruzarse la escucha con otras disciplinas, me hizo pensar en volver a las bases y encarar un pequeño texto que sirva para contextualizar lo que podemos entender como el nivel más sencillo de análisis.
Para hablar de escucha, podemos tomar como punto de partida a la diferencia entre oír y escuchar, que incluso más de un texto propone como análoga a la diferencia existente entre ver y observar: mientras que tengamos un sistema auditivo saludable, oiremos todos los sonidos que lleguen a nuestros oídos, sin embargo, tal vez no estemos escuchando alguna particularidad dentro de todo lo que esté sonando. ¿Qué quiere decir esto? En otras palabras, que la diferencia entre oír y escuchar reside en la dualidad pasividad-actividad con la que que encaremos el acto. La audición recibe todo lo que está sonando en un espacio determinado, pero necesitaremos de la atención, de la voluntad, para poder escuchar determinados elementos de los que forman parte de ese todo.
Imaginemos que estamos cocinando. Vamos a freír cebolla y para evitar la acumulación de vapores y humos, prendemos el extractor de aire. El extractor, como tantos otros motores que nos acompañan a diario, son un ejemplo que solemos tener muy a mano para entender el fenómeno. Escucharemos el encendido, porque la irrupción en el silencio es un evento muy marcado y además, estamos atendiendo a que el motor encienda, porque nuestra voluntad es despejar los vapores. Ahora bien, es muy probable que después de unos minutos, al seguir cocinando, tal vez entablando una conversación con alguien que nos hace compañía, hayamos dejado de escuchar ese motor del extractor de aire. Y aquí está el punto fuerte del ejemplo: no dejamos de oirlo pero sí de escucharlo, porque nuestra atención, nuestra voluntad de escucha está puesta en otros estímulos, como puede ser esa conversación que recién mencionaba.
Luego sucede también, que si terminamos de cocinar, en el momento en que nos disponemos a apagar definitivamente el motor del extractor de aire, nuevamente atendemos y nuevamente escuchamos: notamos cuánto en verdad sonaba, e incluso muchas veces con la sensación de sorpresa o incredulidad por haber logrado anularlo con alto grado de efectividad.
Este ejemplo es solo uno de los muchos casos en los que llegamos a tener esta sensación en la vida cotidiana, ya que lo mismo puede pasar con otros motores, sistemas de ventilación o aire acondicionado o incluso con la lluvia. Seguramente se identifiquen con alguno de estos u otro ejemplo al que puedan acceder por analogía.
Ahora, con la diferencia entre oír y escuchar definida, podemos adentrarnos en lo que Michel Chion (1992) en la Audiovisión denominó como las tres escuchas, y que si bien parte del planteoque su maestro Pierre Schaeffer propusiera en el Tratado de los objetos musicales (1966), por su simplicidad prefiero tomarlas como punto de partida.
1. Escucha causal
La primera, tal vez la más intuitiva de todas es la escucha causal. Es aquella escucha que apunta a reconocer la fuente del sonido que estamos escuchando: el motor de un auto; el ladrido de un perro; los pajaritos que comienzan a cantar a las 4 de la mañana. En algunos casos, cuando quien escucha tiene un conocimiento profundo de determinadas fuentes sonoras –en general, por tener alguna especialidad puntual o bien ser sonidos recurrentes o familiares– esta causalidad puede ir aún a niveles más profundos: identificar el ladrido de nuestra mascota en particular, por su familiaridad; o el canto de un ave específica, para quienes, ya sea por afición o la profesión, conozcan en detalle a estos animales.
2. Escucha semántica
Una segunda posibilidad de escucha es a partir de la llamada escucha semántica. Aquí nos referimos a una escucha que apunta a descifrar qué significa aquello que estamos escuchando. En rigor, Chion propone que se hace uso de un código o lenguaje en función de interpretar un mensaje. Ahora, si bien el lenguaje hablado es el mayor protagonista de este tipo de escucha, también puede serlo un sonido dado en un contexto determinado: el hervor del agua, puede significar que es momento de poner la pasta en la cacerola; otro hervor del agua puede interpretarse como el agua que se pasó de los 80º necesarios para preparar el mate.
3. Escucha reducida
Por último nos encontramos con la escucha reducida. Esta es además una herencia directa de las antes mencionadas escuchas Schaefferianas. Siendo la traducción directa de la forma francesa écoute réduit, la entendemos como aquella escucha que toma distancia, tanto de la causa como de cualquier posible significado, para atender a las cualidades y formas propias del sonido: su altura, su duración o bien la proporción de ruido que contenido tonal o ruidoso que lo compone. Hay que decir que la escucha reducida es una escucha antinatural. Es decir, atender a estas características específicas requiere alterar las condiciones naturales de escucha y poder acceder de manera repetida a un sonido, para poder escucharlo y escucharlo y poder analizar en profundidad su composición y comportamiento. El propio Pierre Schaeffer sostenía que esta escucha repetida de un mismo sonido, y en lo posible de forma acusmática –es decir, sin ver la fuente que lo causa– nos permite separarnos gradualmente de su causa y semanticidad, precisando de una mejor manera sus características propias.
Sienten identificación, o mejor dicho, ¿reconocen haber practicado estos tipos de escucha? Tal vez estén pensando en que han leído o encontrado información sobre otras escuchas: la escucha profunda o deep listening, la escucha técnica, por nombrar algunas solamente.
Sin dudas son también grandes temas para charlar, ero eso será para otra entrada.
¡Muchas gracias por pasar y leer!
