Las canciones de cancha son una parte fundamental del folclore del fútbol: ya sean de aliento hacia el equipo propio, de crítica hacia los jugadores o de burla al equipo rival, no faltan nunca en ningún encuentro o competencia. Atendiendo a su amplia aceptación y proliferación popular, me propuse realizar un análisis de la ya popularísima Muchachos ahora nos volvimos a ilusionar, pero rastreando sus antecedentes, es decir, partiendo desde la canción Muchachos, esta noche me emborracho de La mosca tsé-tsé (2003), su paso y transformaciones en al ámbito del fútbol local y su adaptación como canción de aliento a la Selección Argentina con los versos propuestos por Fernando Romero, teniendo en cuenta las características de la música, las letras y su significado.
La canción tiene muchos puntos interesantes. Comienza desde la épica: no solo presenta el contexto geográfico sino su relación directa con sus héroes: Argentina es la tierra de Diego Maradona, Lionel Messi y los Héroes de Malvinas. Se posiciona a la voz en primera persona, lo cual genera también un vínculo directo con quien cante la canción.
Continúa con la frustración y la tristeza por ver a Argentina perder todas las finales importantes que se mencionaron más arriba. En ese “no te lo puedo explicar, porque no vas a entender” también está imbuido un carácter de intransferibilidad de la sensación, lo cual no es menor y de hecho puede ser ampliado a muchos temas en los que la argentinidad está presente: el sentir patrio, el peronismo, la cantidad de tipos de cambio no oficial, vivir con inflación pero igualmente mantener un nivel relativamente bueno de vida en relación a otros países vecinos. Estas situaciones no solo son muy complejas de explicar sino que difícilmente alguien que no las ha vivido en carne propia pueda entenderlas.
Incluso se puede entrever cierta relación metatextual con un spot que la AFA publicó en el 2018 en vísperas de la Final de la Copa Libertadores de ese año, protagonizada por Boca Juniors y River Plate y que por distintos motivos terminó disputándose en Madrid. Allí se consignaba que hay una serie de sucesos –haber contado con Maradona y con Messi, con el Papa Francisco y la propia final Boca vs. River– que son sencillamente inexplicables, y que no hay que tratar de entenderlos, sino sencillamente disfrutarlos. De allí se popularizó la frase que encarna Chiqui Tapia –presidente de la AFA– y que es utilizada en una multiplicidad de memes.
Si les dio curiosidad y les interesa conocer un poco más sobre la canción y su devenir popular, clickeando aquí pueden acceder alartículo completo, que cuenta con todas las fuentes y la bibliografía utilizada para realizar el análisis.
¡Gracias por pasar y por leer! y ¡vamos Argentina tricampeón!
Hace unos meses, que por un motivo o por el otro, me he encontrado charlando de la escucha, o mejor dicho, de las escuchas, en relación a situaciones tan disímiles como lo pueden ser un concierto acusmático, el diseño sonoro de un audiovisual o la ecología acústica y el medio ambiente. Es así, que la recuperación de este tema como un tema que reviste vigencia y actualidad, y sobre todo, del cual se desprenden diversas y complejas aristas al cruzarse la escucha con otras disciplinas, me hizo pensar en volver a las bases y encarar un pequeño texto que sirva para contextualizar lo que podemos entender como el nivel más sencillo de análisis.
Para hablar de escucha, podemos tomar como punto de partida a la diferencia entre oír y escuchar, que incluso más de un texto propone como análoga a la diferencia existente entre ver y observar: mientras que tengamos un sistema auditivo saludable, oiremos todos los sonidos que lleguen a nuestros oídos, sin embargo, tal vez no estemos escuchando alguna particularidad dentro de todo lo que esté sonando. ¿Qué quiere decir esto? En otras palabras, que la diferencia entre oír y escuchar reside en la dualidad pasividad-actividad con la que que encaremos el acto. La audición recibe todo lo que está sonando en un espacio determinado, pero necesitaremos de la atención, de la voluntad, para poder escuchar determinados elementos de los que forman parte de ese todo.
Imaginemos que estamos cocinando. Vamos a freír cebolla y para evitar la acumulación de vapores y humos, prendemos el extractor de aire. El extractor, como tantos otros motores que nos acompañan a diario, son un ejemplo que solemos tener muy a mano para entender el fenómeno. Escucharemos el encendido, porque la irrupción en el silencio es un evento muy marcado y además, estamos atendiendo a que el motor encienda, porque nuestra voluntad es despejar los vapores. Ahora bien, es muy probable que después de unos minutos, al seguir cocinando, tal vez entablando una conversación con alguien que nos hace compañía, hayamos dejado de escuchar ese motor del extractor de aire. Y aquí está el punto fuerte del ejemplo: no dejamos de oirlo pero sí de escucharlo, porque nuestra atención, nuestra voluntad de escucha está puesta en otros estímulos, como puede ser esa conversación que recién mencionaba.
Luego sucede también, que si terminamos de cocinar, en el momento en que nos disponemos a apagar definitivamente el motor del extractor de aire, nuevamente atendemos y nuevamente escuchamos: notamos cuánto en verdad sonaba, e incluso muchas veces con la sensación de sorpresa o incredulidad por haber logrado anularlo con alto grado de efectividad.
Este ejemplo es solo uno de los muchos casos en los que llegamos a tener esta sensación en la vida cotidiana, ya que lo mismo puede pasar con otros motores, sistemas de ventilación o aire acondicionado o incluso con la lluvia. Seguramente se identifiquen con alguno de estos u otro ejemplo al que puedan acceder por analogía.
Ahora, con la diferencia entre oír y escuchar definida, podemos adentrarnos en lo que Michel Chion (1992) en la Audiovisión denominó como las tres escuchas, y que si bien parte del planteoque su maestro Pierre Schaeffer propusiera en el Tratado de los objetos musicales (1966), por su simplicidad prefiero tomarlas como punto de partida.
1. Escucha causal La primera, tal vez la más intuitiva de todas es la escucha causal. Es aquella escucha que apunta a reconocer la fuente del sonido que estamos escuchando: el motor de un auto; el ladrido de un perro; los pajaritos que comienzan a cantar a las 4 de la mañana. En algunos casos, cuando quien escucha tiene un conocimiento profundo de determinadas fuentes sonoras –en general, por tener alguna especialidad puntual o bien ser sonidos recurrentes o familiares– esta causalidad puede ir aún a niveles más profundos: identificar el ladrido de nuestra mascota en particular, por su familiaridad; o el canto de un ave específica, para quienes, ya sea por afición o la profesión, conozcan en detalle a estos animales.
2. Escucha semántica Una segunda posibilidad de escucha es a partir de la llamada escucha semántica. Aquí nos referimos a una escucha que apunta a descifrar qué significa aquello que estamos escuchando. En rigor, Chion propone que se hace uso de un código o lenguaje en función de interpretar un mensaje. Ahora, si bien el lenguaje hablado es el mayor protagonista de este tipo de escucha, también puede serlo un sonido dado en un contexto determinado: el hervor del agua, puede significar que es momento de poner la pasta en la cacerola; otro hervor del agua puede interpretarse como el agua que se pasó de los 80º necesarios para preparar el mate.
3. Escucha reducida Por último nos encontramos con la escucha reducida. Esta es además una herencia directa de las antes mencionadas escuchas Schaefferianas. Siendo la traducción directa de la forma francesa écoute réduit, la entendemos como aquella escucha que toma distancia, tanto de la causa como de cualquier posible significado, para atender a las cualidades y formas propias del sonido: su altura, su duración o bien la proporción de ruido que contenido tonal o ruidoso que lo compone. Hay que decir que la escucha reducida es una escucha antinatural. Es decir, atender a estas características específicas requiere alterar las condiciones naturales de escucha y poder acceder de manera repetida a un sonido, para poder escucharlo y escucharlo y poder analizar en profundidad su composición y comportamiento. El propio Pierre Schaeffer sostenía que esta escucha repetida de un mismo sonido, y en lo posible de forma acusmática –es decir, sin ver la fuente que lo causa– nos permite separarnos gradualmente de su causa y semanticidad, precisando de una mejor manera sus características propias.
Sienten identificación, o mejor dicho, ¿reconocen haber practicado estos tipos de escucha? Tal vez estén pensando en que han leído o encontrado información sobre otras escuchas: la escucha profunda o deep listening, la escucha técnica, por nombrar algunas solamente.
Sin dudas son también grandes temas para charlar, ero eso será para otra entrada.
Las Jornadas de Jóvenes Investigadores son un espacio anual que reúne a cientos de jóvenes investigadoras e investigadores provenientes de las distintas Universidades que forman parte de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo [AUGM], una red creada en 1991, que está conformada por distintas Universidades Públicas, autónomas y autogobernadas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.
Este año, será la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca la sede de la edición XXIX de las jornadas, que tendrán lugar entre el 7 y el 9 de septiembre, retomando el formato presencial, y bajo la consigna «generación de conocimiento con integración científica, académica, tecnológica y cultural para la justicia, la libertad y el bienestar de nuestros pueblos».
En este contexto, y gracias a una beca otorgada por la Universidad Nacional del Litoral, voy a estar presentando, junto a 5 colegas de la UNL y entre más de 400 trabajos de investigación, algunos avances de mi proyecto Paisajes sonoros subterráneos, puntualmente algunas cuestiones relativas a Retour dans le quartier, el paisaje y las reflexiones surgidas a partir del trabajo sobre el registro del metro de Montreal.
Como siempre, les agradezco por pasar y leer, espero poder contarles cómo estuvo todo a la vuelta. ¿nos leemos en unos días?
Incubateur de littérature numérique / Incubadora de literatura digital
Desde andamio, en colaboración con El centro de artistas TOPO, con sede en Montreal y el Centro de Cultura Digital [CCD] de Ciudad de México lanzamos una iniciativa de creación colectiva en literatura electrónica: la incubadora de literatura digital [ILIDI]. Este programa es posible gracias al acuerdo de cooperación Quebec-México 2021-2023 del Ministerio de Cultura y Comunicaciones de Quebec, y tiene por objetivo desarrollar la práctica de una cohorte de 20 escritores, artistas y programadores de Québec y México a través de un programa de intercambio y aprendizaje en creación digital.
La primera parte de la formación comienza mañana con dos encuentros de discusión grupal y seis talleres de creación colaborativa –collage hipermedia, creación sonora y audiovisual, código creativo, programación y generación de contenidos dinámicos– que darán lugar a un programa de acompañamiento y difusión en Quebec y México con los proyectos seleccionados.
Además, si las condiciones sanitarias lo permiten, tenemos previsto un cierre a las actividades de manera presencial, entre México y Quebec, para fines del 2022 y parte del 2023.
Para quien tenga interés, se irán publicando algunos resultados y habrá actividades abiertas, en los links que están en el texto podrán encontrar mayor detalle.
En el año 2018 con Andamio fuimos invitados por TOPO y el Conseil des arts du Québec a realizar una residencia de unas semanas en Montreal, para producir una performance de literatura expandida y presentar en la Electronic Literature Organization [ELO] los avances de una investigación que estábamos llevando adelante sobre eso mismo. Durante el principio de la estadía, para ir desde la casa de Eva y Michel –donde me quedaba– al laboratorio de TOPO –donde trabajábamos– me movía entre dos suburbios: La Petit-Patrie y el Mile End. Como la distancia era poca, caminaba casi siempre.
Sin embargo, la semana en la que se desarrolló la conferencia ELO, nos tocaba ir casi todos los días al centro ya que el evento era hosteado por la Université du Québec à Montréal [UQAM]. Fue entonces cuando el recorrido se alargó y comencé a utilizar mucho más el metro: a la ida de Beaubien a Berri-UQAM, y exactamente al revés al regresar por las noches. Precisamente, este paisaje sonoro retrata una de esos regresos del centro al barrio, un día de semana cerca de las 8 o 9 de la noche.
Desde lo sonoro, el metro de Montreal es llamativo por un clásico arpegio ascendente que es utilizado a modo de alarma antes de cerrar las puertas. Dú dú dúuuuu, se escucha. Fa, si bemol y fa. Este sonido es una imitación del sonido de aceleración de los viejos trenes –los cuales tuve la suerte de conocer en una visita anterior a la ciudad– en los cuales estas tres frecuencias audibles eran causadas por el aumento incremental de corriente al motor. Así, por lo característico de la melodía y a modo de homenaje, en el año 2012 se incluyó esta alarma de cierre de puertas con amplia aprobación de su público usuario.
El tránsito y re escucha de este metro me encontró trabajando en el concepto de imagen pensativa, que es definido por Jaques Rancière en su obra El espectador emancipado (2019), entendiéndolo como una tensión entre distintos modos de representación. Una zona gris entre lo connotado y denotado podríamos decir, en términos Barthesianos. Walter Benjamin lo entendería como una zona indeterminada entre las posibilidades de la reproducción técnica y la intención poética impregnada en el aura de la pieza. Así, hablar de imagen pensativa es señalar «la existencia de una […] zona de indeterminación entre pensado y no pensado, entre actividad y pasividad, pero también entre arte y no-arte» (2019, p. 105).
¿Es posible trasladar este concepto de imagen pensativa a lo sonoro? sin dudas el paisaje sonoro tiene su parte técnica ligada a las condiciones del registro: el tipo de micrófono y técnicas utilizados, la condición del punto de escucha, los planos que se han elegido priorizar, hasta incluso la frecuencia exacta de las notas que conforman el dú dú dú; pero también cuenta con una intención poética referida a lo que las combinaciones de sonidos, los montajes elegidos desde el proceso compositivo representan y evocan.
Rancière plantea que allí donde hay pensatividad, hay arte, puesto que de una mera reproducción técnica jamás podría desprenderse esta zona gris en la que se disparan nuevas sensaciones, nuevas interpretaciones posibles de una misma cosa. Tal vez, lo pensativo sea una manera más para entender al paisaje sonoro como parte del universo actual de las posibilidades con las que cuentan la música y el arte sonoro.