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Internacional

Del 2 al 5 de septiembre, la ciudad de Salta será una vez más el epicentro donde arte, tecnología y sonido se fusionan. JATeN + TARA combina las Jornadas de Arte y Tecnología del Norte con el Festival de Música Contemporánea TARA, en un encuentro que reúne charlas, talleres, workshops, instalaciones interactivas y conciertos inmersivos, con docentes e investigadores referentes en composición, ingeniería en audio, artes escénicas y experimentación sonora de Argentina y el mundo.
Además forma parte del encuentro el ciclo internacional de música para parlantes Espacios Sonoros, que, mediante una convocatoria abierta, programa piezas acusmáticas del panorama internacional.

Allí estaré presente para compartir la charla Trazados: de la idea al proyecto, acerca de las dificultades que tenemos en las distintas disciplinas artísticas para formalizar como proyecto todas las iniciativas y experimentaciones en las que incurrimos. También estaré presentando el álbum Costumbres Argentinas en concierto. Estas actividades tendrán lugar el miércoles 3 por la tarde y por la noche respectivamente.

A quienes estén en el Noroeste Argentino, está extendidísima la invitación: todas las actividades son con entrada libre y gratuita, aunque con inscripción previa.

Pronto les compartiré más novedades de este septiembre que viene muy movido, como todos los septiembres. ¡Gracias por pasar y leer!

Unos minutos después de acomodarme donde –gracias a la impecable coordinación de María– me hospedé los días pasados en Resistencia, me escribió Ale Reyero para comentarme que estarían junto a Maia Navas almorzando a tan solo unas cuadras, e invitándome a sumarme. Fue de esos momentos raros en los cuales uno termina conociendo personalmente a quienes ya ha tratado en la virtualidad, en encuentros anteriores y demás, y donde prima cierta familiaridad a pesar de no haber compartido antes un espacio en persona. Cosas de la época en la que nos toca vivir.

La primera obligación era en el Club Social Resistencia, donde iba a inaugurarse al día siguiente la muestra de estudiantes, docentes y graduados y de la que, como invitado del encuentro, también yo formaba parte. Allí tenía que probar sonido para la presentación de Costumbres Argentinas y, de paso, ver cómo iba el montaje de Metaminerales –la videoinstalación de la imagen que acompaña este texto–. Brevemente nos entendimos con el equipo de pasantes, un grupo de estudiantes que de manera voluntaria daban una mano para con la producción del evento, coordinados por Ale Barboza, a quien también conocí en ese momento: predispuesto a que todo salga según lo previsto o mejor y dando una mano personalmente para la cosa funcione con una calidez excepcional. Tipazo.

Después de asegurar que todo estuviera listo para la inauguración del día siguiente, me presentaron a Ale –aka el Cheche– y el plan fue que encaráramos para el predio de la Bienal, donde Nico Ojeda presentaba una escultura sonora: Si un árbol cae en el monte. Si bien la cosa venía un poco demorada, sirvió de excusa para cruzarnos, tomar un cafecito y charlar un rato. Y por supuesto conocer un poco más de los desechos electrónicos, su gestión y cómo Nico había construido esa pieza. Laburazo.

Al día siguiente comenzaba el Congreso. Ya desde tempranito estábamos haciéndole el aguante a Agustina, Carolina, Sofía y Romina, que moderadas por Maia Bradford hicieron una impecable presentación de sus proyectos audiovisuales, cada una con sus particularidades, motivaciones y búsquedas. Yo aproveché para tomar notas de algunas cuestiones que resonaron bastante con temas que iba a tocar en mi propia charla de la tarde. Como siempre, todo está conectado con todo.

Fuimos a almorzar pastas, y se nos unió Miguel Almirón –que recién llegaba a Resistencia, después de un largo periplo en micro– a quien conocí en ese momento. Charlamos de la universidad, de los temas de investigación y de la vida aquí y allá.

Por la tarde era mi charla, en el espacio Sinergia del predio de la Bienal. Fuimos desde el centro caminando con Miguel, impresionándonos de la cantidad de gente que estaba dando vueltas. Llenísimo el predio. Llegamos bien a tiempo para escuchar las palabras de apertura de parte de las autoridades y, después de la presentación de parte de Ale, Maia y Cheche –desde su rol como comité académico del congreso– poder pasar a compartir mi charla, que tuvo una buena recepción y generó un lindo espacio de debate posterior. Ya le quedaba solo un pasito más al día: la inauguración de la muestra en el Club Social, así que hacia allá fuimos.

En la vereda, mientras esperábamos que iniciara el evento conocí a Lucho, que además me dio una mano para hacer algo de registro de la videoinstalación. Hicimos juntos además un recorrido por la muestra, y siendo que él es profe y conocía la mayoría de los proyectos, fue una suerte de guía que supe encontrar para acceder a otro nivel de lectura para con las piezas expuestas.

Terminamos este largo día yendo a comer a un bar, que a pesar de ser miércoles estaba llenísimo. Al equipete del comité académico se sumaron también Eve y Mariana –que estaban brindando un workshop de videodanza por las mañanas–. Necesario distender y hacer catarsis al menos un poquito después de darle tanto a la trabajación.

Aunque al congreso le quedaba un día más, siendo que el viernes tenía que volver a cerrar un seminario presencial en Buenos Aires, el jueves era mí último día en Resistencia. Así que después del almuerzo, volvimos al Club Social para organizar la presentación de Costumbres Argentinas. Allí volvimos a organizar la técnica junto a Agustín, María, Ludmila y Joel, pasantes que con mucha dedicación recablearon la consola dejándola lista para la sesión de escucha, que salió fantástica.

No me queda más que agradecer por la invitación y por haberme confiado tanto la charla como las presentaciones de piezas en el contexto del Congreso. Para mí siempre es una alegría compartir estos espacios de reflexión e intercambio. Y una alegría doble poder volver a Resistencia después de estos seis años que pasaron en el medio.

Así que, para no hacerla más larga: gracias. Muchas gracias a quienes trabajaron para que todo fuera posible. Espero que, por acá o por allá, nos veamos pronto. ¡Hasta la próxima!

En el año 2019 quise empezar a componer una pieza, se llamaba Kowloon. Conceptualicé un poco, tenía todo para ponerme a trabajar pero al sentarme en el estudio la cosa no fluía. No pasaba de unos pocos objetos sonoros que, para colmo, no me terminaban de convencer. Pero no soy de quedarme mirando la hoja en blanco. Si las hay, encaro otras ideas, pruebo con otros proyectos. Descanso. Dejo pasar el tiempo y más adelante, de alguna manera, todo suele volver a encaminarse. El tiempo es un sabio compañero.

Tres años después, más precisamente en abril de 2022, volví sobre el proyecto con un par de ideas frescas. Prendieron. La pieza la terminé en mayo y la estrené en junio en un concierto que organizamos junto a Gabi Yaya en la Universidad Nacional de Córdoba. Al día siguiente, como José Halac me había invitado a charlar un poco con sus estudiantes de composición, la volvimos a escuchar en ese contexto, más íntimo, si se lo quiere pensar así. Mientras contaba un poco del proceso creativo José me hizo un comentario que me quedó marcado, respecto a lo muy controlado que se sentía el uso del espacio y a lo cinematográfica que sonaba la pieza por momentos. Y pasó algo un poco mágico: el comentario apuntaba sobre algo que yo había trabajado mucho pero de lo que todavía no había hablado ni hecho explícito, no lo había puesto en palabras en ese aula. Es decir, sentí que la música había hecho lo propio. Y con eso me convencí de algo que no es muy común en mí –al menos cuando están recién salidas del horno–: que la pieza tenía algo que la hacía valer la pena.

La Canadian Electroacoustic Community [CEC] organiza anualmente el concurso JEU DE TEMPS / TIMES PLAY [JTTP], en el que regularmente, por reglamento, participan solamente canadienses. Sin embargo, en el pasado 2022, en una iniciativa fruto de la colaboración con el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras [CMMAS] se abrió el juego a que pudiéramos participar desde toda Latinoamérica. Y con el convencimiento de que la pieza tenía algo por contar, la mandé. Meses después, recibo la noticia: gané el Premio Hildegard Westerkamp, una de las categorías del concurso. Además, a quienes resultamos premiados nos dieron la posibilidad de enviar un proyecto para participar por una plaza de residencia artística en Sporobole, que como centro de artistas es parte de la red que conforma la CEC. Envié un proyecto nuevo, que también venía macerando hace tiempo y que creí que, en caso de quedar seleccionado, una residencia de las características que tenía esta, sería una buena oportunidad para comenzar a desarrollarlo. Al equipo curatorial de Sporobole le gusta mi propuesta y quedo seleccionado.

Vuelvo un momento en el tiempo al año 2016, en Manizales, Colombia. En el contexto del Mercado CirculART que organizó el Festival Internacional de la Imagen, conocimos a Eva Quintas y Michel Lefebvre, quienes representaban a TOPO, un centro de artistas de Montreal. Con Andamio teníamos un showcase de 30 minutos en el que presentamos dos piezas: El tren y El lenguaje de los árboles. A Eva y Michel les gustó nuestra performance y quedamos en contacto. El vínculo fue generoso: dos años más tarde –en 2018– fuimos invitados a una residencia de creación en Montreal, en las propias instalaciones de TOPO en la que compusimos Mother, la pieza con la que cerramos el encuentro de la Electronic Literature Organization, que ese año precisamente, fue en Montreal.

En 2022 volvimos a trabajar con TOPO. Esta vez, también en colaboración con el Centro de Cultura Digital [CCD] de Ciudad de México. A partir de un apoyo que ganamos en conjunto, pudimos lanzar una iniciativa de creación colectiva en literatura electrónica: la Incubadora de Literatura Digital [ILIDI], con el objetivo de apoyar la práctica de una cohorte de 20 artistas de Québec y México a través de un programa de intercambio y aprendizaje en creación digital que tuvo lugar en la virtualidad. El desafío siguiente era, durante algún momento de 2023, y ya lejos de las virtualidades obligadas por la pandemia, intentar montar los resultados –que corren en ámbitos de realidad virtual– en algún evento presencial con cascos VR. Así que aprovechando el hecho de la ida a Sporobole, organizamos dos presentaciones: en Factory Media Centre [FMC], en Hamilton; y en las propias instalaciones de TOPO, en Montreal, a la salida de la residencia.

Al llegar a Montreal, Gate me estaba esperando con un cartelito con mi nombre. Cruzamos caminando todo el estacionamiento y subimos a su auto, en el que después de dos horas de viaje, llegamos a Sherbrooke. Me hizo el primer recorrido guiado por Sporobole: la residencia, el estudio, el espacio de trabajo colaborativo y su oficina, donde conocí a Guillaume y a Michel Huneault, otro artista en residencia que partía al día siguiente y con quien compartimos una cerveza esa misma noche en Siboire Dépôt. Era el IPA day, cómo desaprovecharlo. Pasé el fin de semana haciendo caminatas y reconocimiento de terreno y el lunes conocí al resto del equipo: a Magalie, Erik, Léonie, Filipa, Nicolás y Chucrut. A Jessica y a Vicky las conocería al día siguiente. También en un almuerzo conocí a Pao –una argentina con quien oportunamente descansé del francés y del inglés– que después de contarle de qué iba mi residencia, me recomendó ir al Bois Beckett –un bosquecito que por momentos es muy solitario– como locación para el proyecto. Excelente servicio, pasé toda una tarde haciendo registro allá.

Según lo coordinado, el jueves de esa semana temprano me pasó a buscar Gate para acompañarme a ascender el Mont Orford. Tenía que ir a hacer registro sonoro y audiovisual así que allá fuimos. Además de conocer el camino, Gate es un gran técnico y un excelente contador de historias. Imposible pasarla mal o aburrirse. Volví con un montón de ideas y con las SD llenas de material para ponerme a trabajar.

Promediando el fin de semana –y por recomendación de Pao– también conocí a Danny, otro argentino con el que compartimos cervezas en Le Boq y planeamos una pequeña excursion en canoa al lago Magog, al que fuimos con Magalie y Chucrut, su perrita. Hubo mate y facturas, quién lo diría: como en casa.

El work in progress del trabajo realizado tuvo su momento público en una sesión de open studio que compartimos junto a Gabriel Mercure, otro artista que finalizaba su residencia casi a la par. Entre cervecitas, primero él y después yo, mostramos los avances de nuestros proyectos y charlamos un poco a partir de los comentarios que fueron surgiendo. Al cierre llegaría invitación de Vicky para ir a Mexi & Co, un restaurante mexicano donde compartimos una orden de nachos enorme –enorme– y una charla que supo tocar todos los temas.

El último día, con la residencia ya habiendo llegado a su fin pude también conocer a Éric Desmarais, el director general de Sporobole, charlar un poco del proyecto y tener un breve pero enriquecedor intercambio. Ya solo me esperaba el viaje en bus a Montreal. Después de un último brindis con Vicky frente a la terminal, encaré el viaje. Unos meses atrás, cuando conceptualizaba algunas ideas sobre el proyecto de la residencia jugué un poco con MidJourney y Dall-E, dos generadores de imágenes a partir de texto que operan con inteligencia artificial. Conservé unas pocas imágenes de esa sesión de experimentos, en especial unas sobre un campo entre verde y amarillo que se hizo visible a partir del pedido de un «paisaje de Sherbrooke con Mont Orford en el horizonte». Después de unos veinte minutos de viaje en bus, el paisaje me regaló una postal un tanto increíble: esos colores verdes y amarillos, los reales, aquellos de los que el algoritmo se alimentaba para hacer la generación de imágenes. Si bien sé cómo funcionan esas aplicaciones, ese acontecimiento me tuvo pensando por el resto del viaje. Me pareció fortuita la combinación, el momento del año para que se de esa paleta exacta, todo.

En Montreal nos reencontramos con Eva y Michel. Anfitriones de lujo por definición. Planeamos apenas con Michel el viaje hacia Hamilton, porque era el día siguiente. Como los boletos de tren ya estaban muy caros –suben de precio al querer comprarlos a último momento– definimos ir en auto. Un viaje de volante compartido que originalmente debía durar entre 6 y 7 horas que terminó siendo de casi 9 por la intempestiva tormenta de verano que nos azotó en la ruta. Por eso y por la parada en Napanee para comprar un par de vinos de Ontario –vinos de Sandbanks, recomiendo– para no llegar a lo de Jessi y Luis con las manos vacías. Llegamos casi a la madrugada, tomamos una cerveza y dormimos porque nos esperaba un día de montaje.

Después de desayunar, caminamos a Factory Media Centre para conocer el lugar y comenzar a montar –junto a la ineludible mano que nos dieron Eli y Jessi– los cascos VR y un par de compus corriendo las instalaciones virtuales. Por la tarde Kristina dio las palabras iniciales y luego junto a Michel y Jessi presentamos el proyecto ILIDI, contextualizando los resultados que llevamos para exponer. Terminamos comiendo pizzas, también charlando de todo.

El domingo emprendimos el regreso a Montreal con Michel, con la idea de aprovechar las paradas necesarias no solo para descansar sino también para conocer algún que otro ladito. Toronto y más precisamente Balmy Beach Park fueron los primeros destinos. Y también volvimos a entrar en Napanee, donde terminamos compartiendo un poutine viendo –de casualidad– el bis de una banda de country que justo estaba tocando en un parque.

Ya en Montreal, el lunes libre devino en un día de descanso, que se coronó con una caminata acompañando la procesión de artistas circenses que participaban del Festival des Arts de Ruelle –festival de las artes de callejón–, que justo era por el barrio. Percusión, marionetas, disfraces y cerveza –tibia, pero gratis–. Hasta el Marché Jean Talón ida y vuelta.

Solo quedaba la presentación de TOPO. Después del almuerzo elegí ir caminando para dejar grabado en mis retinas una vez más ese camino hacia el corazón del Mile End. Mientras Michel aprestaba la mesa, Roxane y Maxime prepararon el montaje que fue sede de la última charla de la gira. Entre bagels y samosas hubo un brindis final que se repitió al día siguiente, justo antes que Eva y Michel me despidieran en la estación Beaubien de la línea naranja del Metro, la que me llevaría a Lionel-Groulx, donde empalmé con el bus express con el que llegué al aeropuerto.

Se le llama efecto mariposa a un fenómeno que se relaciona con la teoría del caos y que implica que la existencia de una acción o situación determinada puede provocar una serie de situaciones o acciones sucesivas que terminan provocando un efecto considerable, que muchas veces no se tiene en cuenta o no parece corresponderse con aquella situación que le dio inicio. Me gusta pensar en esos pequeños sucesos y en cómo se encadenan unos con otros. Trato de aprender de esos pequeños gestos y agradecerlos, tanto como le agradezco a cada persona mencionada en esta pequeña crónica por sus aportes, por su apoyo y por ser parte del camino.

Lo más interesante –y tal vez lo más desafiante– es que uno, afortunadamente, nunca sabe cuál es la próxima parada.

Este mes de agosto voy a estar realizando una residencia artística en Sporobole, un centro de artistas ubicado en Sherbrooke, Canadá trabajando en un nuevo proyecto que se titula Retrofonografía y que se inspira en una ficción especulativa sobre el lugar que podría ocupar el paisaje sonoro en un posible futuro cercano. Pero ¿cómo fue llegué hasta acá? la historia es un poco más larga pero vale la pena que les ponga todo en contexto.

La Canadian Electroacoustic Community [CEC] organiza anualmente el concurso JEU DE TEMPS / TIMES PLAY [JTTP], en el que regularmente, por reglamento, participan solamente canadienses. En el pasado 2022, en una iniciativa fruto de la colaboración con el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras [CMMAS] se abrió el juego a que pudiéramos participar desde toda Latinoamérica. Tal fue así, que participé con mi pieza Kowloon, tieniendo además el honor de ganar el Premio Hildegard Westerkamp, una de las menciones especiales del concurso. Además, a quienes resultamos premiados nos dieron la posibilidad de enviar un proyecto para participar por una plaza de residencia artística en Sporobole, que como centro de artistas es parte de la red que conforma la CEC. En esa instancia envié un proyecto nuevo, que venía macerando hace tiempo y que creí que, en caso de quedar seleccionado, esta residencia sería una buena oportunidad para comenzar a desarrollarlo. Les estaré contando oportunamente de qué se trata el proyecto en específico e incluso invitando a conocer las producciones que lo conformen, pero les dejo este adelanto –en inglés o francés– para quien tenga curiosidad y quiera ampliar un poco más. De hecho, la imagen que acompaña esta entrada es parte de la conceptualización visual del proyecto.

Además, al término de la residencia, aprovechando el hecho de estar por aquellos lugares, estaremos junto a Jessica Rodríguez y Michel Lefebvre presentando de manera presnecial los resultados de ILIDI/ILINU, la Incubadora de Literatura Digital que llevamos adelante durante todo el 2022 junto a Andamio, TOPO y el Centro de Cultura Digital de México. Las presentaciones serán en Factory Media Center, en Hamilton; y en las propias instalaciones de TOPO, en Montreal a fines de agosto.

Agradezco a la CEC, a Sporobole, a TOPO, a Factory Media Center y a todas las personas que hacen posible tanto la residencia como las actividades posteriores de esta gira. Al regreso les contaré las novedades, pero por lo pronto, ¡gracias por pasar y leer!

Las Jornadas de Jóvenes Investigadores son un espacio anual que reúne a cientos de jóvenes investigadoras e investigadores provenientes de las distintas Universidades que forman parte de la Asociación de Universidades Grupo Montevideo [AUGM], una red creada en 1991, que está conformada por distintas Universidades Públicas, autónomas y autogobernadas de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay.

Este año, será la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca la sede de la edición XXIX de las jornadas, que tendrán lugar entre el 7 y el 9 de septiembre, retomando el formato presencial, y bajo la consigna «generación de conocimiento con integración científica, académica, tecnológica y cultural para la justicia, la libertad y el bienestar de nuestros pueblos».

En este contexto, y gracias a una beca otorgada por la Universidad Nacional del Litoral, voy a estar presentando, junto a 5 colegas de la UNL y entre más de 400 trabajos de investigación, algunos avances de mi proyecto Paisajes sonoros subterráneos, puntualmente algunas cuestiones relativas a Retour dans le quartier, el paisaje y las reflexiones surgidas a partir del trabajo sobre el registro del metro de Montreal.

Como siempre, les agradezco por pasar y leer, espero poder contarles cómo estuvo todo a la vuelta. ¿nos leemos en unos días?