De los días en Mónaco

Ese jueves en que todo comenzaba, nos encontramos con Daniel y Caty en la Gare de Nice Ville, ya que desde ahí Mario nos encontraba para llevarnos y enseñarnos el camino a Mónaco, que era tomando el tren y viajando hacia el este unas seis estaciones (Nice Riquier, Villefranche, Beaulieu, Eze, Cap d’Ail y finalmente Montecarlo).
En una experiencia cuasi surrealista, sobre todo por ser de esas cosas que uno no espera en determinados contextos, nuestro tren estaba demorado y cambiaron el andén de llegada a dos plataformas de donde estábamos. Una enorme masa de gente copó los vagones que quedarían inundados de su calor durante todo el trayecto (cualquier parecido con Temperley es pura coincidencia).
A pesar del mínimo contratiempo, llegamos y Mario se adelantó a nosotros, porque la demora lo había complicado un poco. No había problema aparente, ya que nos había indicado perfectamente cómo llegar a la Academia. Sin embargo, al encontrarnos con Robert, que con los mapas de su celular parecía muy seguro de saber llegar –y su camino era otro–, tuvimos que seguirlo. Después de andar y desandar cuadras, finalmente llegamos, para presenciar los primeros ensayos. El camino de Mario 1, GoogleMaps 0.

Almuerzo e inauguración, comenzaba el primer concierto con las delegaciones de Montreal, Roma y Niza, la charla del siempre vigente Horacio Vaggione y después de la cena (después de la cena) el primer concierto de cierre moviéndose sobre el acusmonium de 34 vías del teatro.

El segundo día incluía por la mañana el taller de espacialización que dictó Anette Vande Gorne, y la charla de Francis Dhomont, otro grande, que si bien había visto en 2008 cuando estuvo en Argentina, fue impactante volver a compartir un festival con él, saludarlo, intercambiar dos palabras. Segundo concierto de la tarde con las delegaciones de São Paulo, Ciudad de México, Castelo Branco y Mons, cena y concierto de cierre.

El tercer día, mientras esperábamos el tren (porque como era sábado, los horarios eran relativamente distintos), Noe fue furor tocando un par de tangos en un piano vertical que estaba en el hall de la estación. La gente se acercaba a sacar fotos y filmar.
Al llegar, tuve que perderme el seminario de Anette porque tenía ensayo. Es que a la tarde se estrenaba Fútbol, la pieza que preparé para el festival. Así entonces y después de las charlas y mesas redondas, comenzó el último concierto de la tarde con las delegaciones de Madrid, Minas Gerais, Bolzano, Lanús y Harvard. Una vez más cena y concierto de cierre, y ni más ni menos que con Dhomont clausurando el concierto.

Fue súper enriquecedora la experiencia, y además como siempre viene con lo lindo de compartir con más gente que está en la misma. Si bien no llegue a hablar en profundidad con todos, me alegra mucho haberme encontrado con Dani Quaranta; Demi y Ro que están comenzando sus planes en Europa; y haber conocido a Daniel Reinoso y a los secuaces Juli y Noe (los dueños del mate); Gustavo Delgado; a Jaime Reis; a Adolfo Núñez; a Pedro Castillo Lara; a Hugo y Vincent; Valentin y Laryssa; Fernando, Gustavo, Gabriel y Julian (y las fabulosas charlas sobre el PH del shampoo que usan los compositores); Clara (gracias por las papas compartidas y la sensación de que con la comida el alma vuelve al cuerpo); Daniel y Diego (¡que espero volver a verlos pronto!); Phillip; Fabio; Andrés y Alejandro (qué aproveche!).

Después del bar y la caminata de la última noche, tocaba volver. Solo, según creía y según eran mis planes, pero terminé encontrándome –o él a mi– a Gustavo en la fila del 99 (el colectivo entre el centro de Niza y el aeropuerto) y después en el aeropuerto, primero a Ana, Rita y Marta, que viajaban a Lisboa casi a la misma hora que yo a Madrid, y finalmente a Adolfo y Andrés, con quienes compartimos vuelo.

Súper lindo el encuentro, vuelvo a agradecer a Mario y a Daniel por la invitación.
Ojalá la música vuelva a cruzarnos. Seguro que sí.

2017-05-07 13.07.27

Deja un comentario